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Cuando te encuentras un hospital en medio de Tailandia

 

(fotos en la Galería)

Después de algo más de 30 horas de viaje y un par de días de aclimatación a este calor tan intenso y húmedo, que solo se mitiga bajo aires acondicionados a 18 grados (aquí el cambio climático creo que aún no les preocupa), hoy hemos comenzado en Soi Dog.

Nos dijeron que una pickup recogía a los voluntarios en un meeting point, pero no es tarea fácil saber en cuál de los supermercados de la cadena SevenEleven nos esperaban, si en la misma calle hay 4… Finalmente, un coche con el logo de Soi Dog nos ha rescatado del sol abrasador de las 8.45 de la mañana y nos ha llevado hasta el centro, en el norte de la isla, entre bosques de coníferas y casas tradicionales. El coche ya hacía sospechar sobre el tipo de centro que es Soi Dog. El mayor hospital veterinario destinado a la protección animal de Sudeste Asiático, y así nos lo ha hecho saber un carismático inglés en la charla introductoria para voluntarios y visitantes. Son muchos los occidentales y algunos los locales que van a Soi Dog a ver el centro y conocer la labor desarrollan. Actualmente colaboran en toda Tailandia, y están ampliando fronteras hacia Laos, Camboya y países vecinos, además de Corea del Sur, luchando contra el trato ilegal de carne de perro.

El centro es espectacular. Desde 2008 están en esta nueva localización y han ido mejorando las instalaciones. Disponen de un quirófano con sala prequirúrgica y jaulas postquirúrgicas destinadas solo a los perros dentro del programa de control poblacional. Cuatro mesas de quirófano con cuatro veterinarios castrando unos 20 animales diarios, los días más “flojos”.

En ocasiones salen con las unidades móviles y el equipo de trabajo para castrar al mayor número de animales posibles en pueblos o regiones vecinas.

400 perros están alojados en los dog runs, todos aquellos que por alguna causa no pueden volver a las calles o las zonas donde fueron recogidos. Los perros con problemas de socialización reciben un trato especial separados de los demás, con voluntarios que durante horas esperan pacientes hasta recuperar, centímetro a centímetro, la confianza en el ser humano de estos animales. Tienen zona tranquila para geriátricos y de juegos para cachorros, además de las respectivas cuarentenas para contención de enfermedades. Hospital felino, con cuarentena, hospitalización y zona de estancia permanente. Alguno de los perros procedentes del dog meet trade desde otros puntos de Tailandia vienen al centro para ser adoptados. Nos cuentan que es una historia “muy atrayente” para los adoptantes, pero en realidad cualquier perro de los que están aquí podría contar una historia increíble.

Por último, el hospital. Es muy nuevo y nos sorprendemos desde el primer momento del aspecto moderno y funcional que se ve desde sus puertas de cristal. Una centralita con 4 puestos recoge las llamadas de emergencias y avisos de la gente que encuentra perros que necesitan ayuda.

Las puertas son automáticas y las áreas restringidas necesitan acceso por tarjeta de contacto. No damos crédito de la organización. El staff, en su totalidad tailandés, no habla apenas inglés, por lo que tienen un sistema de carteles con fotografías y dibujos para que no haya errores en la comunicación. Disponen de unidad de UCI, radiología y un modesto ecógrafo, laboratorio suficientemente equipado, quirófano limpio y sucio (para limpiezas de boca), farmacia, área de baño y espacio para 60 perros en jaulas con interior y exterior. Todos son registrados en la base de datos de la protectora, con foto y nombre, y las pruebas de imagen se almacenan para poder consultarlas.

La última sorpresa es que dispone de una pequeña piscina portátil para fisioterapia y rehabilitación de los animales con dificultad motora.

En definitiva, nada que envidiar a cualquiera de los hospitales en los que aplicamos para trabajar. Una grata sorpresa, pero muy inesperada. 

Toda esta equipación no está de más cuando ves el estado de algunos de los animales. Un altísimo número de casos de moquillo, parvovirus, panleucopenia y otras infecciosas de inevitable transmisión; las garrapatas dejan solo escapar a unos pocos y son muchos los que sufren ehrliquiosis, babesias, Lyme… Por supuesto los atropellos y colisiones de tráfico son diferencia el proceso más repetido en la unidad de cuidados intensivos donde hemos trabajado hoy, además de ataques de otros perros, miasis y emaciación.

Trabajamos con un staff que solo entiende thai, con unos veterinary nurses que entienden poco inglés y con algunos estudiantes de últimos cursos de veterinaria de USA y Australia que saben demasiado inglés. Pero todos estamos sudando bajo el mismo sol, igual que la decena de voluntarios que ordenadamente saca perro por perro de su jaula y los pasea alrededor del pequeño lago que guarda Soi Dog entre sus paredes.

Parte del trabajo de un veterinario en un país como Tailandia es adaptarse a lo que venga. No imaginábamos unos medios tan parecidos a los que estamos acostumbrados en casa, así que lo que toca es demostrar que un buen veterinario es bueno siempre. Mañana nos despegaremos de las sábanas recalentadas por los 26ºC de cada noche, con las mismas ganas que hoy.

Sawadee

Martha Pedraja